ESPAÑA Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En 1939 la política española estaba claramente orientada hacia Italia y Alemania, las dos potencias que habían contribuido a la victoria de Franco en la Guerra Civil. Eran los máximos ejemplos del nuevo sistema autoritario en Europa y constituían una nueva alineación cuya fuerza crecía de forma constante. En marzo de 1939, Franco firmó un tratado de amistad con Alemania en el que se exigía una consulta mutua en caso de ataque a cualquiera de los países y se unió al Pacto Anticomintern, aunque las obligaciones de éste no eran muy concretas. El 8 de mayo, el Gobierno español se retiró oficialmente de la Sociedad de Naciones de Ginebra.
Esto no quería decir que el Régimen fuera satélite de las fuerzas del Eje, ya que la política de Franco era una combinación de ideología y pragmatismo, y lo que -a su juicio- era lo mejor para el interés de España. Pocos días antes de los pactos con Alemania, por ejemplo, se firmó un tratado de amistad con Portugal en armonía con la alianza tradicional que mantenía Gran Bretaña con este país. La visita oficial de Serrano Suñer a Roma inmediatamente después del final de la Guerra Civil estaba pensada para demostrar, al menos en parte, un mayor acercamiento del Régimen a Italia que a Alemania, y para reconocer que la contribución italiana al triunfo de los nacionales había sido más importante. Ciano, el yerno de Mussolini y Ministro de Exteriores, devolvió la visita en julio.
Las deudas de guerra contraídas con Italia y Alemania eran una carga muy pesada. A Italia se le debían más de 7.000 millones de liras. Pero Mussolini lo redujo generosamente a 5.000 millones con la intención de facilitar la entrada económica de Italia en España.
Franco recibe la visita de Ciano, yerno de Mussolini y Ministro de Exteriores italiano (julio de 1939)
Después de largas y duras negociaciones, se estableció un calendario de pagos que debía empezar a mediados de 1942 (se saldó a tiempo el 30 de junio de 1967). El gobierno de Hitler fue menos generoso. Ya tenía 17 compañías mayoritariamente alemanas en España, fundadas después de haber obligado a Franco a hacer concesiones en 1938, y había  dejado clara su intención de establecer una posición económica dominante. Un informe gubernamental que se preparó para Franco decía: Los alemanes consideran a España como una colonia suya . El Régimen español no aceptó más compromisos y procuró bloquear futuras inversiones económicas. La negociación de la deuda se alargó durante los años de la Segunda Guerra Mundial y se hicieron muy pocos pagos antes de que Madrid cancelara unilateralmente la obligación en 1945.
En la reunión de julio de 1939 del Consejo Nacional de la FET, en un contexto internacional de creciente tensión, Franco dijo de la política exterior de España que practicaba una hábil prudencia.  La firma del pacto nazi-soviético entre Hitler y la Unión Soviética sólo dos semanas de que Franco hubiera nombrado su primer Gobierno de posguerra, fue una gran sorpresa para Madrid; además contradecía las bases de la política de Franco. El titular del órgano falangista Arriba no fue otro que: Sorpresa, tremenda sorpresa, pero no tenía palabras para justificarlo. El estallido inminente de la guerra se recibió con cierta decepción, y que el Gobierno polaco al que iba a atacar Hitler era un Estado católico nacional autoritario que tenía mucho en común con el de Franco. El Generalísimo y otros líderes temían que hubiera otra guerra civil en Europa que abriera las puertas a la Unión Soviética.
Sin embargo, Franco consideraba que Polonia era responsable en parte por negarse a llegar a un acuerdo sobre el Corredor polaco. Informó a Mussolini de que estaba dispuesto a hacer mediaciones, si era de alguna utilidad. El 30 de agosto el Ministro de Exteriores francés hizo la misma oferta, pero Mussolini lo vetó arguementando que era demasiado tarde. El 3 de septiembre, cuando Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania, Franco hizo un llamamiento público a todos los partidos para reconsiderar la situación y reanudar las negociaciones. Su llamada a la limitación voluntaria de medios destructivos no se inclinaba claramente a favor de Polonia, aunque el nuevo Ministro de Exteriores español, el coronel Juan Beigbeder, informó a Berlín que no sería posible retomar las negociaciones para un acuerdo cultural hispano-alemán. Al día siguiente, se anunció la neutralidad española y el 6 de septiembre Franco telegrafió al embajador en Roma con instrucciones de que suplicara a Mussolini que intentara lograr la rendición de Polonia lo antes posible para evitar el avance militar soviético hacia Europa. Su posterior condena de la destrucción de Polonia sería contra el dominio soviético no contra la agresión nazi (y eso que los nazis asesinaron a más de 3 millones de judíos en Polonia , aparte de otros 3 millones de personas en toda Polonia, pero por lo visto los culpables siempre son los comunistas). Sólo el sector más duro del falangismo estaba satisfecho con el estallido de la guerra, porque estaban convencidos de que sería el modo de extender el nuevo orden autoritario.
El Régimen tenía la mirada puesta en Roma, más que en Berlín; y Mussolini y sus seguidores estaban igual de interesados en entablar una relación especial con España, a la que veían como un socio y satélite. Mussolini, unido a Hitler por un pacto militar, declaró que Italia era un país no beligerante, pero durante un tiempo pensó en la idea de formar un bloque neutral de países autoritarios del sur de Europa con Italia a la cabeza. Beigbeder le apoyaba y le sugirió a Franco que la asociación de España, Italia, Portugal y quizá alguno de los Estados balcánicos podría reemplazar al Eje Roma- Berlín con un eje Roma-Madrid. Franco se quedó ante la perspectiva de lo que él llamó un eje sin fuerza y al final, Mussolini terminó por abandonar la idea.

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