Los trenes y la ‘División Azul’


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Todo el mundo evoca hoy los episodios ocurridos en aquellos años cuando las grandes potencias se enfrentaron entre sí y la vida de millones de personas acabó truncada. Aún se mantiene viva la llama del recuerdo de la II Guerra Mundial que comenzó hace setenta años. En estos primeros días de octubre se cumplen 66 de la retirada del frente de Leningrado de la ‘División Azul’. La unidad fue creada por el Gobierno español como contrapartida a la ayuda que Hitler prestó a Franco durante la Guerra Civil, con la entrega de armamento y el envío de la Legión Cóndor. Fue, en definitiva, una de las contribuciones de España a la contienda mundial.
Cerca de 18.000 hombres, entre soldados y oficiales, salieron el 13 de julio de 1941 hacia Alemania para combatir con los ejércitos del III Reich en la Unión Soviética. Entre 1941 y 1944, casi 50.000 españoles pasaron por la División 250 de la Werhmacht y 5.000 de ellos dejaron sus vidas lejos de España.
Como en todas las entradas de este blog, el tren vuelve a aparecer como sujeto principal de este relato, en esta ocasión vinculado a los sucesos ocurridos hace sesenta años y que tienen a los hombres y mujeres de la División Azul como referentes. No se trata de enjuiciar los hechos y, muchos menos, de analizar si fue o no correcto que los soldados españoles lucharan junto al Ejército nazi. Sólo pretendo hablar del tren, porque el ferrocarril tuvo especial protagonismo en el traslado de los expedicionarios hasta las posiciones del frente.
La división 250 Einheit spanischer Freiwilliger de la Wehrmacht, más conocida como la ‘División Azul’ (‘Blau Division’, para los soldados alemanes), se organizó en Madrid el 25 de junio de 1941 para cooperar con el Ejército alemán en la campaña de Rusia. Formada por 17.500 hombres, llegó a Alemania del 15 al 22 de julio de 1941, integrándose en el XVI Ejército, Agrupación Von Roques, hasta el 12 de noviembre de 1941 en que pasó al XXVIII Cuerpo de Ejército. Participó activamente en los enfrentamientos del río Wolchov, Novgorod, ocupación de Smeisko, Possad, lago Ilmen, liberación de la guarnición alemana de Mal Samoschje, lago Ladoga y Krasnybor. La División se disolvió el 7 de octubre de 1943, regresando a España a fines del mes de diciembre. El 7 de noviembre se creó la Legión Española de Voluntarios, formada por unos 15.000 hombres, que fue disuelta el 17 de abril de 1944.
Todo comenzó el 22 de junio de 1941. Ese día los alemanes, a pesar del pacto de no agresión firmado el año anterior, invadían Rusia. La euforia se desata en España, que aún no se ha recuperado de las graves heridas de la Guerra Civil. ¡Rusia es culpable! La sentencia dictada por el ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Súñer, ante los manifestantes concentrados frente a la Secretaría General del Movimiento en la calle de Alcalá, en el centro de Madrid, jalea a la masa enfervorecida que se ofrece a luchar contra el comunismo y reclama la participación de España en ‘la cruzada antibolchevique’ y la defensa de Europa. En toda España se abren banderines de enganche. A los múltiples centros acuden un número de voluntarios muy superior al requerido. Finalmente, se estableció la formación de la que sería denominada ‘División Azul’: un total de 18.693 hombres, de los cuales 641 eran oficiales, 2.272 suboficiales y 15.780 soldados. A ellos se añadía una escuadrilla aérea, compuesta por 26 oficiales, 4 suboficiales y 81 soldados. Al frente de la unidad se coloca al general Agustín Muñoz Grandes, uno de los más prestigiosos del Ejército español, afín a los ideales de la Falange y famoso por su capacidad de dirección en el combate.
El 13 de julio salen de Madrid las primeras unidades, seguidas por las restantes en los días sucesivos desde las distintas Regiones Militares, con destino al campamento de Grafenwöhr (no muy lejos de Munich), donde se transformará en la 250 División de Infantería de la Wehrmacht. La cúpula del falangismo había preparado un donativo reconfortante de despedida: una entrega de tabaco consistente en 2.500 cajetillas de Platers y 500 de Philips Morris junto a 862 frascos de coñac Romate (con un gasto superior a las 16.000 pesetas de entonces).
En la capital de España, una multitud se agolpa en los andenes de la estación del Norte, tomados al asalto por familiares, voluntarios que no pudieron engancharse al regimiento, entusiastas del régimen que clamaban venganza contra los rusos y falangistas de último cuño, furibundos defensores del Ejército alemán por haber declarado la guerra a los comunistas.
Dos horas antes de la salida del tren, la muchedumbre agolpada en los andenes cantaba himnos y vitoreaba a España y al Caudillo, según los periódicos de la época. A las 15.45, llegaron a la terminal los voluntarios del primer batallón del primer regimiento de Infantería. Las fuerzas expedicionarias entraron cantando el ‘Cara al sol’ y fueron secundadas por el público que, al terminar, prorrumpió en vítores a Franco, a España y a la Falange. Acudieron a despedir a los expedicionarios el presidente de la Junta Política y ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Súñer; el ministro secretario del Partido, Arrese; el del Ejército, general Varela; el de Agricultura, Miguel Primo de Rivera; los generales Saliquet, Moscardó, Millán Astray, Muñoz Grandes, Borbón, Rada, Alvarez Arenas, Camilo Alonso y Aguilera; la delegada nacional de la Falange Femenina, Pilar Primo de Rivera; el alcalde y el presidente de la Diputación Provincial de Madrid y gran número de dirigentes de FET y de las JONS. Al arrancar el tren, arrojaron sobre los vagones ramos de flores. Cajetillas de tabaco rubio y cigarros puros fueron repartidos en grandes cantidades entre los voluntarios. Mientras el convoy se alejaba, se volvió a cantar “con gran fervor patriótico” el ‘Cara al sol’.

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Por la noche, se produce la salida del segundo tren, sobre las 23.15 horas, con idéntica parafernalia, clamor popular, himnos y cánticos de despedida, acompañados del sonido de la banda militar que acude a la estación para hacer más solemne la marcha. Las imágenes de la mañana vuelven a repetirse idénticas por la noche, como si fuera una escena de cine, aunque Serrano Suñer se ve obligado a acudir a los micrófonos de Radio Nacional para dirigirse a los presentes, a los que arenga con un discurso lleno de soflamas patrióticas y contra el comunismo y los rusos, fiel al lema de ¡Rusia es culpable! Escapularios, medallas y viandas se reparten entre los expedicionarios. Y en menos de 24 horas, a las 7.10 de la mañana, parte un tercer tren hacia la frontera francesa desde la misma estación. La lluvia acompaña a los expedicionarios, aunque de nuevo los andenes se encuentran abarrotados y los cánticos patrióticos vuelven a resonar en las grandes naves de la terminal del Norte. Muñoz Grande sale a las 7.30 camino de Alemania, aunque en avión. En el aeródromo de Barajas fue despedido por el ministro del Ejército, el general Varela, y otros mandos militares, entre ellos Millán Astray, Alonso Vega, Barrón, Borbón y González del Barrio. Le acompañan el teniente coronel Cárcel, el comandante Lombana, el capitán Egea y el teniente Ramiro.
Los trenes de la época son los mismos que han pervivido a los tres años de Guerra Civil. Locomotoras en su mayor parte de vapor de las compañías Norte, MZA e incluso Andaluces y Oeste (recuerden que Renfe se acaba de constituir con la entrada del año) con problemas para abastecerse por las carencias de combustible, miles de kilómetros de tendiido férreo aún por reparar y un parque motor que aún no se ha recuperado de los años de la contienda, sufrió una utilización intensiva y carencia de mantenimiento. El 40% del material de las compañías españolas acabó destruido de 1936-1939. ‘Consolidación’ y ‘Mikado’ son las locomotoras que Norte utiliza entre Madrid y Hendaya. También las 4.600. Mientras en ‘la red catalana’ de MZA son las ‘Montaña’ las reinas de la vía. Curiosamente, la eléctrica 7209 de Norte, que llevó a Franco al encuentro en Hendaya con Hitler, también desplaza desde Miranda a la terminal fronteriza a algunos divisionarios en este viaje de 5.000 kilómetros hasta su destino final: Rusia.
Coches y vagones también corresponden a los ‘trenes’ normales de aquellos años de postguerra. En su mayor parte, de la ya desaparecida tercera clase, CC-3.600 y otros metálicos 3.000, pero la mayoría eran de madera incluidos los asientos, coches ‘Costa’ con balconcillo exterior, pero también vagones cerrados J con garita (unificados después como JFHV39277), donde se llegaban a apelotonar hasta 50 hombres.
Al llegar el primer convoy a la estación de Hendaya, entre un bosque de banderas rojas y blancas con negras esvásticas, una banda interpretó el himno alemán. Los soldados bajaron del tren y fueron conducidos a los sótanos de un viejo hotel, donde se desnudaron y tomaron duchas calientes mientras los alemanes desinfectaban sus uniformes. Rápidamente se comprobó si padecían enfermedades venéreas. Los alemanes entregaron moneda francesa al pagador español (80 francos por oficial y 20 por soldado) para que se repartieran a fin de atender los gastos en ruta. Los voluntarios volvieron a la estación, donde damas de la Cruz Roja alemana les sirvieron café.
Los periódicos de aquellos días incluyen las mismas crónicas entusiastas. “Tres expediciones de voluntarios de la ‘División Azul’ han cruzado la frontera. El primer grupo lo hizo a las tres de la mañana; el segundo a las diez y el tercero a las cinco de la tarde. A esta última expedición esperaba en Irún, además de las autoridades locales, el general Monasterio. Cuando el tren cruzaba el puente internacional, las fuerzas voluntarias cantaban el ‘Cara al Sol’. En Hendaya, tropas alemanas tocaban silencio y presentaban armas. Después, la banda alemana interpretó también el ‘Cara al Sol’ y al despedir a los voluntarios, que se adentraban en Francia, tocó el himno nacional español”. Un día tan sólo de marcha hacia su destino final.
Los trenes no sólo salen de Madrid. Los convoyes abandonan la estación de Francia en Barcelona (donde la despedida fue más bien fría) con expedicionarios del regimiento ‘Vierna’ que, al llegar a tierras francesas, se confundirán con los trenes que han salido de Sevilla (regimiento ‘Esparza’) y La Coruña (regimiento ‘Pimentel’).
De Hendaya a Alemania, casi todos los trenes deben realizar el mismo trayecto, por la Francia ocupada. Civiles galos y republicanos españoles exiliados lanzan piedras e insultos a los voluntarios. El tren sigue su camino: Burdeos, Tours, Poitiers, Orleáns, Troyes, Nancy, Luneville (“Al entrar el tren en la estación, con los vagones chorreando y cayendo aún una llovizna, una banda alemana tocó el himno nacional español, pero a vivísimo ritmo. Los soldados, ya bajos de moral por los incidentes del viaje por tierras francesas, se sintieron más entristecidos que animados”, describen posteriormente algunos cronistas).
Los informes que redactan los jefes de las expediciones a su llegada a Grafenwohr narran parecidos incidentes. La partida y el tránsito por tierras españolas es desde apoteósico hasta casi indiferente y, de nuevo, entusiasta al llegar a la frontera. Pero el paso por Francia resulta frustrante para los expedicioarios porque se sienten agredidos por “gestos marxistas” y puños en alto durante varias etapas del camino. Los partes de incidencias llegan a hablar de disparos desde los trenes donde viajan los divisionarios, para contestar al lanzamiento de piedras o botellas. En algún caso, los soldados llegan a parar el tren para perseguir a los paisanos que han lanzado objetos contra los convoyes y que incluso han herido a algunos de los expedicionarios.
Todo cambiaría al cruzar la frontera alemana. “El ánimo cambió tan pronto los trenes cruzaron el Rhin y entraron en territorio alemán propiamente dicho. En Karlsruhe, los españoles se vieron literalmente abrumados por las expresiones de afecto. Multitudes de 8.000 a 12.000 personas inundaron la Bahnhof (estación férrea). Las autoridades alemanas tuvieron dificultades para contener a la gente. Prohibieron la venta de billetes de andén cuando, tras haber sido expendidos varios miles, pareció que la presión del público sería tan grande que algunas personas podrían caer a la vía y resultar heridas. La alegría de los alemanes era electrizante y espontánea. Hasta llegar a Weiden.
El 17 de julio los primeros voluntarios arribaron al centro de entrenamiento de Grafenwohr, en Baviera,y allí intercambiaron sus uniformes españoles por el gris de la Wehrmacht, adoptando para su identificación un escudo bordado en rojo-oro-rojo en la manga derecha, con la palabra ‘España’, en la parte superior. .
El día 20 cruza la frontera el último núcleo de voluntarios. De nuevo, me atengo a la crónica periodística. “En la estación, a la una y media, se hallaba congregado numerosísimo público y todas las autoridades y jerarquías de la provincia, que tributaron una calurosa ovación y una cariñosa despedida a los valientes muchachos que marchan a luchar contra el comunismo soviético. También se hallaban en la estación
del Norte la banda militar del regimiento de Infantería de guarnición en la ciudad y la de los Sindicatos, las cuales interpretaron los himnos del Movimiento”.
Las expediciones azules llegaron escalonadamente, de 3 en 3, a partir del 17 de julio (el primer tren a las 6, el segunda a las 8 y el tercero a las 3 de la tarde), llegando el último convoy el 23, siendo la expedición número 15 (Madrid). Todas fueron recibidas de forma muy parecida. Cuando el tren llegaba a la estación, el primero en bajar era el jefe, que informaba de las incidencias acaecidas durante el viaje. Luego se ordenaba bajar a la tropa, con la manta en bandolera y el macuto al costado. Se la ordenaba formar y era revistada por el coronel jefe del regimiento al que pertenecía la expedición. Luego marchaban a pie hasta el campamento, a veces desfilando al son de marchas militares tocadas por una banda del Ejército alemán.
La mayor parte de la 250 quedó alojada en el campamento norte, mientras que el regimiento ‘Vierna’, el grupo de artillería pesada y el batallón de zapadores lo hicieron en el campamento sur. Después de un mes de entrenamiento en Baviera, tras una instrucción acelerada, el 31 juran lealtad al Führer en la lucha contra el comunismo y el 10 de Agosto parten en dirección al frente. En esa ocasión los trenes llevaron a los hombres solo parte del recorrido hasta su destino. Realizan el trayecto desde Grafernwohr, por Bayreuth, Hof, Zeitz, Leipzig, Berlín, Cottbus, Frankfurt del Oder, Kostrzyn nad Odra (Kustrin), Tczeww (Dirschau), Olsztyn (Allestein), Olecko (Treuburg), Suwalki (Suwaltien) y Grodno. Acantonados del 26 al 29 de agosto, el mando alemán decide que emprendan la marcha a pie hasta el frente ruso. La marcha de 750 kilómetros duró 45 días. Al finalizar, a los españoles se les asignó un sector de 40 kilómetros del frente de Leningrado a lo largo del río Volkov, cerca de Novgorod. El 12 de Octubre de 1941, ‘Día de la Raza’ y festividad de la Virgen del Pilar, la ‘División Azul’ entra en línea en el frente y comienzan los duros combates contra su enemigo.




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